DECISIÓN UNÁNIME
Mi gestión como presidente de la bolsa terminó a fines de abril de 1990, su capital se vio suficientemente fortalecido para mantener su independencia económica y llegar a ser una institución que logró empezar el programa de autorregulación de sus socios. Por esas fechas decidí tomar un fin de semana largo del 1o al 5 de mayo, para pensar y reflexionar sobre mis actividades futuras en Accival poderlas equilibrar con mi deseo de dedicar más tiempo a la filantropía. El de 6 de mayo desperté temprano y leí en la prensa que le gobierno mexicano había tomado la decisión de desincorporar los bancos que poseía.
1991. Alfredo Harp Helú.
Como era de esperarse, al regreso de estas breves vacaciones, mis socios de Accival, encabezados por Roberto Hernández, José Aguilera y yo, nos reuníamos para evaluar el futuro del sector financiero de nuestro país y nos preguntamos dónde debía situarse nuestro grupo.
A fines de 1990, se decreto una ley que establecía que nuestro país entraba al Sistema de Banca Universal, a través de grupos financieros. En nuestras incontables reuniones del grupo, llegamos a la conclusión de que teníamos dos alternativas: continuar únicamente con la Casa de Bolsa Accival o convertirnos en Grupo Financiero, por medio de la adquisición del control de un banco comercial y la decisión fue participar en la subasta de Banamex. Esta opción cambiaba mis anhelados planes para emplear mi tiempo; sin embargo, como nuestras decisiones de grupo han sido desde siempre unánimes, mis socios y yo aceptamos juntos el reto de formar el Grupo Financiero Banamex Accival.
Alfredo Harp Helú con Roberto Hernández Ramírez y José Aguilera Medrano tomamos desiciones unánimes.
En agosto de 1991, llegó la fecha de la subasta y aprovechamos que con el grupo de inversionistas que nos había seguido en las exitosas operaciones de Telmex y CAPS, mencionadas anteriormente, teníamos la liquidez suficiente para solicitar la totalidad de acciones de Banamex que poseía el gobierno federal. Unos días más tarde, nos comunicaron que nuestra licitación había sido la ganadora. En septiembre del mismo año se realizó una oferta pública recíproca de compra de acciones de Banco Nacional de México y de Acciones y Valores de México, S.A. de C.V. y de venta de acciones del Grupo Financiero Banamex Accival, S.A. de C.V., lo cual permitió que el grupo financiero Banacci se convirtiera en el propietario de prácticamente el 100 por ciento de ambas instituciones financieras.
TEMPORADAS PERDEDORAS
A partir de este momento, el gobierno nos dio un plazo de 45 días para objetar cualquier reclamación relativa a la valuación de cartera o pasivos no registrados que hubiéramos detectado en el banco. Aun cuando Banamex era llamada la “joya de la corona”, este plazo fue demasiado corto para hacer nuestra reclamación y tuvimos que llegar a una negociación precipitada y altamente desfavorable para nuestro grupo. Sin embargo las premisas consistían en que estábamos comprando un negocio en marcha, que el país crecería a tasas por arriba del 5 por ciento anual y que la inflación se reduciría a estándares de los países más desarrollados en los años siguientes.
1993. Alfredo Harp Helú y Roberto Hernández Ramírez en las oficinas centrales de Banamex.
La cartera de crédito que encontramos adolecía de los más elementales criterios para su otorgamiento y resultó que Banamex, que sin duda lleva el mejor de los nombre, en su gestión gubernamental compitió de manera absurda por prácticamente regalar dinero a través de tarjetas de crédito que en más del 80 por ciento de los casos correspondían a los créditos incobrables. Lo mismo sucedió en montos elevados de créditos otorgados indistintamente a deudores de actividades empresariales, incluyendo las agrícolas y ganaderas. La mayor parte de los deudores del banco no tuvieron el menor recato para respetar sus obligaciones aún teniendo solvencia económica.